Te afecta pero no lo
entiendes
En verano, durante las vacaciones, leo
más. Incluso es posible que en verano lea mejor. No sé.
Para el verano me
reservo libros algo más extensos, títulos que no estoy tan seguro de que “valgan
la pena”. La pena es el tiempo dedicado, el esfuerzo por intentar entenderlos, los
temas a veces “marginales” que no tratan “de lo tuyo”, de lo de siempre. Así que la pena es no tener más tiempo, más vacaciones, más buenos libros entre las manos.
Aunque, inevitablemente, sea cual sea el tema, tratas de darle significado, encaje, en lo tuyo. Llevas
a las neuronas de viaje y ellas siempre te salen con eso de se parece a o como si. El cerebro y sus patrones, sus atajos. Y el cerebro de turismo, siempre más miope de lo necesario.
Así que, entre otros, leo “La
cuarta persona del plural”, una antología de poesía española (1978-2015)
editada por Vicente Luis Mora.
Y descubro poetas o leo mejor a los que ya conozco (?), con más atención, con más códigos. Como en
esos paseos por el campo en los que te acompaña alguien que sabe de botánica y
dejas de ver solo plantas y empiezas a ver espliego, ajedrea, enebros,
azofaifos…
Y, además, como
en toda antología, está la introducción donde el antólogo se justifica, da
razones, se excusa, se excusa por excusarse, establece su(s) criterio(s). Y ésta,
la de Vicente Luis Mora (VLM), es una introducción compleja, matizada e inteligente.
Pero ni siquiera
quería escribir sobre este libro en concreto, sino sobre esa deriva en la que
siempre navego cuando leo: cualquiera que sea el tema, rápidamente me embarco
en una analogía y vuelvo a surcar el mismo mar de todos los días, mi mar de las
Sirtes donde “Ahí estaba, allí le teníamos. Su fría luz irradiaba como un manantial
de silencio, maestro en la noche desierta”. Y está ese concepto: “la cuarta persona del
plural” y pienso que, si el proyecto, la idea, fracasa(ra), si fracasó, el “nosotros”,
quizá, no era la persona verbal adecuada.
Dice VLM que “el idioma navajo admite una cuarta persona verbal, que
incluye a quienes están presentes en la distancia suficiente para escuchar […].
[Y que] en el aymara peruano, la cuarta persona es la única forma de incluir a
la vez al emisor y al receptor”. Dice VLM que dice Deleuze que dijo Ginsberg que “es la voz
de la cuarta persona del singular / en la que nadie habla / y sin embargo
existe”. Y dice esto en relación al problema de plantear “una comunicación de
muchos”, a la cuestión de cómo llegar a “ese colectivo de personas que están a la suficiente distancia para escuchar”.
Y dice VLM que decía Derrida
que ‘la pluralidad tiene que ser sostenida en los discursos por alguien, produciéndose
la paradoja de que nosotros es
siempre el dicho de uno solo’”.
Y así yo me subo en mi pensamiento analógico y pienso en los proyectos
comunes, en los intentos, en las diferencias de criterio, en las dudas. “El
titubeo es parte esencial de cualquier comportamiento intelectual digno […]; estamos
condenados a balbucear una y otra vez, sin descanso”, me consuela, sin saberlo,
VLM. Y habla de criterios, de conceptos (poéticos, literarios, filosóficos),
habla de “lo bello” y escribe que explicaba Roberto Espósito que “los conceptos políticos
más importantes están expuestos a una verdadera batalla por la conquista y la
transformación de su sentido”. Investigación-acción, recuerdo, me hago recordar.
Después de la introducción hay, claro, poetas y poemas. A pocos los
conocía de antes (Riechmann, Vicente Valero, Jordi Doce, Fernández Mallo…) pero
todos me deslumbran, algunos me calman o me agitan. “Elegir el / recipiente más
adecuado para contener el desconcierto. / Un poema puede ser bastante capaz”
dice Mariano
Peyrou. “La palabra […] Una frágil membrana entre el mundo y el mundo” escribe
Esperanza López Parada. “Todo lo que decimos inaugura distancia” titula JesúsAguado.
Leo y subrayo y anoto. Al margen (es mi zona de confort: los márgenes de los
libros de otros).
Y pienso, sí, en la cuarta persona del plural.
O en dedicarme a recortar por la línea de puntos.
Otra vez.
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