lunes, 9 de marzo de 2020

Riesgo (y altura)

Resultado de imagen de riesgo




Riesgo, por todas partes.

Probabilidades de obtener un resultado no deseado: Riesgo.

Riesgos medidos en medio de la Epidemia: riesgo de contagio, letalidad (riesgo de morir tras el contagio), números y áreas bajo la curva. El riesgo de arriesgarse: cuánto, cuándo, cómo.

Y está esa señal: "peligro indefinido": siempre me gustó esa expresión. Ahora se llama de "otros peligros", mucho menos sugerente, creo, porque ¿qué hace uno con un peligro "indefinido"?  Y porque, también, cuando un peligro se define es, en cierto modo, menos peligro. Al monstruo se le teme más cuanto menos se le ve. Ridley Scott lo sabe.

C está acabando su Trabajo Fin de Grado (TFG) en mitad de una epidemia. Algo parecido a resolver un crucigrama en la cubierta de un barco en medio de una tormenta en mar abierto. C es estudiante de Medicina. Es inteligente, atenta, cuidadosa, estudiosa. Su TFG --en un resumen algo apresurado y superficial-- consiste en comparar el riesgo que las mujeres con familiares que han sufrido un cáncer de mama que acuden a una consulta por ese motivo creen que tienen (el riesgo que se atribuyen a sí mismas de contraer un cáncer de mama en los próximos 10 años y a lo largo de su vida) con el que realmente tienen (el atribuido por un algoritmo muy sofisticado que contempla los factores de riesgo más relacionados con desarrollar un cáncer de mama).

El resultado no sorprende: las mayoría de las mujeres que vienen a nuestra consulta "de riesgo" sobreestiman su riesgo. Sobre la magnitud de esta sobreestimación no haré spoiler: habrá que esperar a la defensa del TFG. Tampoco es, quizá, lo más importante.

Lo más importante es que C parece haber aprendido algo. Algo más. Algo que no tiene que ver con la apoptosis (muerte celular programada), las dianas terapeuticas, la cirugía reductora de riesgo o la quimioprofilaxis del cáncer de mama. A C le sorprende lo mal que nos manejamos (todos) con los números: los números que cuantifican el riesgo. Le llama la atención que no es fácil comunicar, ni entender, ni tomar decisiones (buenas decisiones) en función de los riesgos calculados. Los cálculos son, en cualquier caso y además, sólo una forma de encuadrar la incertidumbre. Y a la incertidumbre no se la atrapa entre vallas. No cuadra.

C duda. Es inteligente, atenta, cuidadosa, etc., ya lo saben.

Pero, más adelante, C tiene que defender el TFG. C obtendrá, probablemente, una buena calificación. O tal vez no: el tema es algo raro para exponerlo delante de un tribunal académico y a la Academia no le gustan demasiado las dudas. Ese es el riesgo de C. Y no es cuantificable.

Por el camino C ha hecho 90 entrevistas a 90 mujeres (no "pacientes": son mujeres sanas, vienen a la consulta para obtener nuestro mejor consejo sobre medidas de prevención en función de su riesgo). C ha aprendido a hablar con calma, a explicarse y, sobre todo, a escuchar a estas mujeres: ha oído sus historias sobre lo que sucedió en esas familias, la tragedia de ver a tu madre, tu hermana, enfermas, la quimioterapia, las recaídas, las historias de otras mujeres, algunas que ya no están, contadas por otras mujeres. La Realidad, o algo muy parecido (lo vivido), vs el riesgo (lo por vivir).

Escribiendo, buscando bibliografía, decidiendo si es mejor un punto y seguido o abrir un párrafo nuevo, C va averiguando (en presente continuo y para siempre continuo) que la incertidumbre está en el núcleo de la asistencia médica, que las necesidades sentidas o expresadas no coinciden demasiado con lo conveniente, que la p (la probabilidad de que las diferencias encontradas no se deban al azar) no señala, tantas veces, el camino correcto. C ha aprendido a hacerse (más) preguntas: si el grado de alfabetización no se relaciona con la inexactitud en la percepción del riesgo ¿cómo podemos explicarlo? ¿cómo podemos explicarnos? ¿vale la pena estimarlo? ¿corremos riesgos cuando cuantificamos riesgos?

C ha aprendido (imagino) que el miedo no se puede cuantificar, racionalizar, juzgar.

Estos días C no viene al Hospital. Se lo han prohibido, académicamente. Hay un epidemia. Hay riesgo en el aire, en las gotitas que imperceptiblemente van desde una tos a la siguiente víctima. Las probabilidades y sus distancias. La distancia de rescate.

En una epidemia, la primera víctima (como en la guerra) es la verdad. Y la verdad es que la incertidumbre, el riesgo, no se puede eliminar: se administra. Se gestiona, si quieren.

C ya lo sabe.

Y, claro, luego está esa canción de Quique González.