lunes, 10 de diciembre de 2012

Una Sanidad Zombie






La verdad es ya una palabra en desuso, casi sospechosa o, peor aún, que hace sospechoso al que la pronuncia: de mesianismo, de ingenuidad, de simplismo. La verdad, en estos postmodernos y globalizados tiempos líquidos, es ya meramente una construcción, una narración mejor hilvanada que otras o, a lo peor, simple mitología. En cualquier caso, no es única, no es inamovible; la verdad ya no es lo que era: ya nunca será siempre y paradójicamente, verdad.
                                                                        Javier Baruch

  Los que trabajamos con una ciencia débil como la Medicina estamos bien acostumbrados a movernos entre la hierba alta de la incertidumbre y, si tenemos paciencia y cuidado, sabemos cómo evitar caer en el escepticismo nihilista o, peor aún, en el cinismo de los que abanderan el conocimiento –aunque generalmente se refieren sólo a datos sueltos– sólo si sopla a favor (cherry-picking, le llamamos, técnica y metafóricamente). No se trata de demostrar quién o cómo se hace más barato, no se trata sólo de eficiencia sino, probablemente de respeto, de cooperación, incluso, de consumo responsable. Aunque aquí, habitualmente, queremos hablar sobre la salud del seno, otra vez más nos iremos por la tangente, acompañando a la ¿láctea? marea blanca.

   Desde esta posición ambigua y compleja que constituye nuestra profesión y abriendo el foco desde el/la paciente hacia ¿arriba?, desde la consulta a los despachos, la visión, la estimación de lo que la asistencia sanitaria es, ha sido y quiere ser, no puede resultar unívoca ni monolítica. Es bueno que haya distintos criterios siempre que estén bien argumentados.  Necesitamos hipótesis alternativas.

El discurso oficial actual es que la sanidad (la asistencia sanitaria) es un barco desgobernado e ingobernable, que pierde euros como el Prestige perdía petróleo antes y después de hundirse y nos pintara las playas y las gaviotas (qué ironía) de alquitrán. El discurso oficial también es, sin embargo y paradójicamente, que tenemos una sanidad de primera, de-las-mejores-del-mundo, y que es, a la vez, eficiente e insostenible, equitativa y excesivamente generosa, profesional e indolente, accesible y dispersa, innovadora y anquilosada... todo depende del contexto, del aspecto que se analice y, sobre todo, del foro al que el político, el profesional o el analista de guardia se dirija en cada momento. Y, claro, con un discurso así, tan confuso como perverso, no faltan los que ven en ello un inestimable estímulo a las reformas, a los cambios, a ponerlo todo en duda para acabar de una vez por todas con el asunto: el paciente tiene algo, un problema, ¡amputemos! Ya, sí, pero ¿puede aguantar la intervención? ¿es lo mejor? ¿hay alternativas menos cruentas?

Hasta hace bien poco los profesionales sanitarios, el sistema, no hemos sido tanto un problema como una solución. Hemos mantenido una asistencia sanitaria con indicadores más que decentes (en los grandes números, no así en los detalles mirados más de cerca) con un consumo de recursos bastante proporcionado a nuestra economía (en las grandes cifras, no en la distribución del gasto). El secreto a voces ha sido la combinación de los bajos salarios de los profesionales sanitarios y la abnegada paciencia de usuarios que sufren colas, servicios en ocasiones mediocres, carteras de servicios truncadas, poca capacidad de elección y una nula participación en la toma de decisiones sobre el sistema que les proporciona la asistencia. Ahora, desde hace menos tiempo, de solución hemos pasado a ser el problema. Somos insostenibles, ineficaces, resistentes al cambio y a la innovación, esclerosados, casi cadáveres y, a la vez, depredadores del presupuesto: somos una sanidad zombie. Olemos mal, incluso.

Sí, necesitamos reformas, desde luego. ¿Qué institución no las necesita en este momento? Pero esas reformas no pueden hacerse de espaldas a usuarios y profesionales y sin contar con los datos, con objetivos razonables, consensuados, con gestores competentes, bien formados e independientes, con confianza y autonomía para los centros y los profesionales, con transparencia. Y con tranquilidad. No podemos, además de navegar con una vía de agua en la línea de flotación (y no voy a sugerir quién disparó el misil, cada cual busque a los responsables, incluso frente al espejo), ir dando bandazos con esta ventolera que sopla, por cierto, siempre del noreste.

Necesitamos reformas tranquilas, con guante de seda, bien pensadas (basadas en las mejores pruebas disponibles) y mejor explicadas, con sentido, sin la premura de lo que había que haber hecho antesdeayer y no se hizo. Sin romper la baraja. Los problemas de las organizaciones no tienen culpables –eso nos enseñaron–: tienen soluciones, cursos de acción viables, ajustes. Si no los han tenido los bancos (culpables, me refiero), nosotros tampoco. Su verdad puede ser también la nuestra. Su imprescindible saneamiento, también.

La tijera y la Gran (contra)Reforma a destiempo sólo precipitará el Apocalipsis Zombie. Y luego busque usted un cirujano plástico y unos órganos en buen estado que le dejen más presentable. Ya no quedará nadie, ningún lugar donde mirar. La tinta de las reformas apresuradas, centradas en un value for money que pocos discutirían de entrada, será nuestro chapapote. Y hasta aquí me llegan las metáforas, aunque si quieren empleo unas del ámbito sanitario, tan de moda: no se trata del cirujano de pulso firme, ni de amputar, de terapias dolorosas pero necesarias; se trata de prevención, de control de daños, de priorizar medidas, de trabajo en equipo. Se trata de tomar buenas decisiones sobre un paciente crítico, inestable y muy, muy valioso.

Piensen. Duden. Se lo ruego.

Porque no hay, nunca hubo, una sola verdad. Y eso no sé si es bueno, pero es lo que hay.

Y disculpen que me haya ido tan por la tangente, de nuevo.


2 comentarios:

  1. Lúcido y sereno resumen de la situación. Deberías no sólo publicarlo, sino enviarlo a los responsables de nuestra Sanidad Regional y Nacional. Todos a una, serenamente. Me apunto.
    Asunción Chaves

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